Fernando
Díaz Villanueva:
El 19 de agosto, el vicepresidente Guenady Yanayev y otros siete jerarcas
de la vieja guardia le dieron un golpe de estado a Mijaíl Gorbachov, que fue
arrestado y confinado en su residencia veraniega de Crimea. Entre tanto, las
calles de Moscú se llenaron de carros blindados, al abrigo de la ley marcial declarada
por el general Kalinin, comandante militar de la capital. Entonces sucedió lo
que nadie esperaba: Boris Yeltsin, un antiguo hombre de Gorbachov recién
elegido como presidente de la Federación Rusa, se opuso al golpe y, arropado
por los moscovitas, se atrincheró en la Casa Blanca –así se conoce en Rusia a
la sede del Parlamento–. El golpe fracasó dos días después, y los cabecillas
golpistas fueron arrestados: uno de ellos, el letón Boris Pugo, que había
propuesto el día 20 masacrar a los resistentes de la Casa Blanca, disparó a su
esposa y luego se descerrajó un tiro en la sien.
Entonces,
como a un enfermo terminal que le van fallando, uno a uno, todos los órganos,
la URSS se descompuso en quince días. El día 24 Ucrania se declaró
independiente; el 25, Bielorrusia; el 27, Moldavia; el 30, Azerbaiyán; el 31,
Kirguizistán y Uzbekistán. El 6 de septiembre, Leningrado volvió a llamarse
oficialmente San Petersburgo, y 10 días después las tres repúblicas bálticas
fueron admitidas en la ONU. En octubre desapareció la KGB, y Turkmenistán
reclamó su independencia. Para el aniversario de la Revolución, el septuagésimo
cuarto, la URSS era un cadáver, embalsamado y tieso como la momia de Lenin, que
aguardaba paciente su entierro.
El 10 de
diciembre fue el tuno de Kazajistán. Rusia se quedó sola en la casa soviética;
pero sólo por dos días: el 12, la República Socialista Federativa Soviética de
Rusia dejó de serlo. Al poco, los líderes de Rusia, Bielorrusia y Ucrania
crearon la Comunidad de Estados Independientes, a la que después se unieron
otras ex repúblicas soviéticas, huérfanas políticas, económicas e ideológicas
del Imperio Rojo que un día soñó con conquistar el mundo y rendirlo a sus pies.
La fría
mañana del día de Navidad, la bandera soviética, rojo sangre con su hoz, su
martillo y su estrella en el cuarto superior derecho, ondeó por última vez en
el Kremlin.
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Los caracoles son curiosos en cuanto a
muchas cosas en su existencia. Por ejemplo, en cuanto a su vida amorosa, son
unos seres sin igual. Todo el mundo cree que son hermafroditas pero no es así,
ni mucho menos, son hermafroditas incompletos. Es decir, se necesita para la
reproducción que al menos dos caracoles tengan un encuentro romántico. Eso sí,
no se privan de los placeres con su pareja pues según nos cuenta la biología el
encuentro amoroso para la reproducción dura nada menos que ¡de 10 a 12 horas!
Por cierto, que el trasvase de fluidos, por decirlo en plan biológico, se
realiza por unos tubitos en el cuello durante las citadas 10 a 12 horas. Como
ven, el caracol no tiene nunca prisa, ¡de eso no cabe duda! Las cosas curiosas
de los caracoles son muchas, aunque si hay una especie que a mí siempre me ha
dejado boquiabierto es la del caracol manzana. Para empezar estos no son
hermafroditas, aunque es casi imposible a simple vista distinguir los machos de
las hembras, existen los dos géneros. Es alucinante su capacidad para regenerar
cualquier parte de su cuerpo que puedan perder. Por ejemplo, según dicen los
científicos, si un caracol manzana pierde un ojo en menos de un mes volverá a
estar en su lugar otro ojo pero, eso sí, más pequeño. Los órganos regenerados
son siempre más pequeños. Imagine si los hombres pudiéramos hacer eso. Pero lo
más curioso es que viven un tiempo variable según la temperatura ambiente. Por
ejemplo, si la temperatura es baja viven casi dos años, pero si se mantiene en
unos 25 grados como es típico de zonas templadas, viven solamente un año y si
hace mucho más calor de promedio pueden llegar a vivir sólo 6 a 8 meses. En
cuanto a la reproducción, no la llevan a cabo si no hay una temperatura
adecuada y comida suficiente. Vamos, que de tontos no tienen un pelo. Eso sí,
caminan muy despacio, pero seguro, a unos 50 metros por hora.
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El 6 de agosto de 1945, Hiroshima recibió
los efectos del famoso regalo que dejaron caer por allí los americanos, más de
100.000 personas murieron por una bomba que asoló por completo 10 Km cuadrados.
Pues bien, hubo cierto árbol que sobrevivió tanto a la explosión como a la
contaminación radioactiva a sólo un kilómetro del centro de la detonación, y al
poco tiempo comenzó a retallar el tronco. Es un Ginkgo, y ahora es un hermoso
ejemplar a las puertas del templo budista reconstruido que lo albergaba antes
de la bomba.
El Ginkgo biloba es la última rama superviviente de una especie que existe desde hace al menos 270 millones de años y que ha sobrevivido a todo tipo de extinciones masivas. Se conocen ejemplares de más de 3000 años, y los biólogos han encontrado semillas fértiles de al menos 2000 años, a pesar de que, según parece, no se han encontrado árboles de este tipo que crezcan de forma silvestre, y su propagación por Japón se debe a su cultivo por parte de los monjes budistas.
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