A veces da la impresión que esto del ateísmo es muy reciente pero gracias a un autor francés llamado Onfray (http://es.wikipedia.org/wiki/Michel_Onfray ) y sus libros se sabe que Demócrito, ese impresionante personaje que descubrió la existencia de los átomos y del vacío, dejó entrever que se podía explicar el mundo en términos racionales y dejar atrás la mitología y la adoración a los dioses propias de la época. Para el primer materialista conocido de la historia, el alma y el cuerpo son lo mismo: materia. Si el cuerpo muere, el alma también. Es exactamente lo que creo yo.
La vida es algo milagroso, con toda la tecnología que tenemos sólo pensar en una máquina como el corazón, que bombea sangre a todos los rincones del organismo (esa sangre que recoge oxígeno a su paso por los pulmones y circula hasta el corazón para ser impulsada de nuevo a todas las partes del cuerpo y que tras su viaje por el organismo es enviada de nuevo al corazón para que éste la bombee a los pulmones con el fin de recoger más oxígeno…), que ejecuta un ciclo en el que se contrae y se relaja rítmicamente (las pulsaciones cardíacas se inician mucho antes del nacimiento, en el embrión de pocas semanas y duran ininterrumpidamente durante toda la vida sin pararse jamás) a una media de 70 pulsaciones por minuto, ese ciclo en el que una persona normal a lo largo de su vida tendrá unos 40 millones de movimientos de su corazón…es realmente maravilloso, sin un solo descanso, una máquina autónoma y que, aunque regulada por nuestro cerebro, no somos conscientes de controlar y que además varía de ritmo adaptándose a nosotros…
Sí, la vida parece un milagro pero no lo es, la vida se ha desarrollado en múltiples formas en nuestro planeta (de momento no la conocemos fuera de él) y a mi al menos me llama mucho la atención esa variedad tanto vegetal como animal pero con todo el asombro que me provoca también conocemos hace ya años que el ciclo de la vida es físico y que tras la muerte de un ser vivo sólo queda la posibilidad de que el cuerpo, sea animal o vegetal, se descomponga y sirva de abono a nuevas formas físicas de vida.
Pero Demócrito fue más allá, decía que al no tener que preocuparse por el más allá, sino solamente por el más acá, el hombre puede ponerse en disposición de buscar la alegría. Eso no significa que defendiera el libertinaje, más bien al contrario: “no dejarse dominar por las pasiones que desequilibran; no desear más de lo que se tiene, ni hundirse en el deseo imposible de satisfacer; acceder a las alegrías que ofrece la existencia en la medida en que aumenten la adhesión al propio ser; definir lo útil y perjudicial mediante la satisfacción y el malestar; esforzarse en expulsar de sí las penas rebeldes”.
Veamos lo que nos dice Onfray de otro filósofo de la antigüedad: Epicuro, que ha pasado a la historia como “hedonista” y por culpa de la educación católica ese término tiene connotaciones peyorativas, algo erróneo ya que a su juicio “el hedonismo supone la obediencia al movimiento que nos impone la Naturaleza, que es el otro nombre de Dios. La sexualidad procede de las formas que lo divino adopta en el mundo”. Abrazar el goce y detestar el displacer y el sufrimiento es la tendencia natural, por lo que resulta lógico que el placer sea lo que oriente las virtudes” y añadía: “Si cuando morimos, dejamos de sentir, lo cual implica no padecer sufrimientos ni alegrías, entonces es absurdo temer a la muerte. Luego, en lugar de concentrarnos en lo que pasará cuando nos muramos, lo lógico sería que nos centrásemos en la vida, en la buena vida.” Onfray lo resume así: “¿Qué es eso de predicar el dolor como forma de vida? ¿Es este mundo un valle de lágrimas?” Para Epicuro, como para Onfray, la respuesta es contundente: “bajo ningún concepto se puede abrazar el sufrimiento como llave para una vida de placeres”.
Resumiendo, eso de sufrir en la vida porque gracias a eso tendremos una recompensa cuando muramos en el Paraíso es absurdo, aunque haya servido para domeñar los instintos rebeldes de la gente creyente durante siglos.
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