jueves, 16 de febrero de 2012

Mix


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M.J. Prieto: Theodore Roosevelt, presidente de los EEUU, pasaba un invierno en Dakota cuando un par de ladrones robaron un bote al que tenía mucho aprecio. Tomó otro bote y salió tras ellos por el río Little Missouri. Pasaron varios días antes de que les diera caza, cuando los tuvo a tiro de su Winchester y los ladrones se rindieron. Roosevelt los metió en un carro que tomó prestado y los llevó a través de la nieve hasta el lugar donde los entregó a la justicia. Él hizo todo aquel trayecto a pie, unos sesenta y cinco kilómetros.

Sin duda todo esto es digno de ser contado, pero por lo que yo hablaba al principio de libros y lecturas, es porque Roosevelt leyó completo “Ana Karenina” durante aquella aventura. Es decir, que siempre podemos sacar un ratito para leer un poco más, incluso cuando persigamos a ladrones por un río o andemos por la nieve.

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Imágenes del viejo Madrid

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Hace dos millones de años, unos primates evolucionados comenzaron a tallar y a asir rudimentarias hachas de piedra en las planicies de Tanzania. Se llamaban homo habilis y se les considera los primeros especímenes del género homo y los precursores de la tecnología. Desde entonces, toda la evolución técnica ha perseguido como fin último liberarse de ese yugo entre las manos y la herramienta, establecer una distancia entre el tacto y el aparato. Curiosamente, desde hace una década la tecnología está intentando volver a los orígenes, hacerse táctil, aunque integrando todos los objetos en una pantalla y haciéndolos ingrávidos y virtuales.

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A la Isla de El Hierro, de nuestro archipiélago canario, también se le denomina “Isla del Meridiano”. ¿Y por qué se llama así? Pues porque no siempre el Meridiano Cero estuvo en Greenwich. Durante siglos el Meridiano Cero estaba en El Hierro, más concretamente en Punta de la Orchilla. Antes de descubrirse América, cuando la tierra era plana para sus habitantes, la isla de El Hierro era el extremo más occidental del mundo.

En el siglo segundo de nuestra era, Ptolomeo consideró como “Meridiano Cero” al que pasaba por el extremo occidental de la isla y así se mantuvo durante años. En 1634 el cardenal Richelieu reunió en París a matemáticos, astrónomos y demás hombres de saber para establecer un meridiano cero, de tal forma que sirviera de referente para todos los países. Se mantuvo la decisión de Ptolomeo y El Hierro siguió siendo el punto de referencia. Un decreto de Luis XIII determinaba que los franceses no atacarían barcos españoles al este de este Primer Meridiano, ni al norte del Trópico de Cáncer. Así permanecieron las cosas hasta que a mediados de la década de 1880, en una conferencia en Washington, se movió hasta su posición actual. 

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