La idea de YouTube surgió tras una fiesta entre Chad Hurley y Steve Chen en febrero de 2005. Habían grabado un vídeo, pero era demasiado largo como para podérselo enviar a sus amigos por correo electrónico. De su frustración surgiría la solución: crearían un sitio donde cualquiera pudiera enviar y ver cualquier vídeo sin necesidad de realizar la descarga. De ahí en adelante a bola de nieve no hizo más que crecer hasta hoy. Apenas unos meses después de su aparición, YouTube se convertía en uno de los sitios web más visitados del mundo. Hoy se cuelgan unos 65.000 vídeos nuevos al día.
YouTube fue fundado en febrero de 2005 por tres antiguos empleados de PayPal: Chad Hurley, Steve Chen y Jawed Karim, quien después se retiró de la empresa para proseguir su doctorado en Stanford, decisión que le dejó fuera del beneficio por la venta del sitio a Google, el 10 de octubre de 2006, por 1.650 millones de dólares.
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Antiguamente se consideraba como “palabras mayores” a seis en concreto. Dirigírselas a una persona era un delito y así constaba en las leyes, por lo que uno podía ser sancionado severamente.
Las palabras son: gafo (significa leproso); sodomético (que ya no se usa y que quería decir sodomita); hereje, traidor, puta (dirigido a una mujer casada y respetable, si no era así no se consideraba delito) y cornudo (dirigido al marido respetable).
Éstas eran las palabras mayores y uno debía cuidarse dónde las decía porque le podía costar el calabozo. Poco a poco la consideración de “palabra mayor” se extendió a cualquier palabra insultante, y hoy en día no se le da siempre ese sentido y se usa más a menudo para decir que algo es muy importante.
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Valeriano Weyler, marqués de Tenerife, fue un militar español que nació en Palma de Mallorca en 1836. Fue Capitán General en Cuba durante el período de 1896 a 1897 enviado por Canovas con varios miles de hombres para frenar la sublevación. Weyler fue un hombre tosco y cruel que decía de él mismo: ”Yo sé que soy despiadado, pero la compasión no tiene cabida en la Guerra. Conozco la reputación que se ha construido para mí. No me preocupo por lo que se dice de mí mientras no sea tan grave que cause alarma. No soy un político. Soy Weyler.”
Su mando en Cuba estuvo rodeado de muy duras críticas por la campaña de represión iniciada y hoy aún se puede leer en muchas publicaciones cubanas referencias a su persona y a la anécdota que cuento más adelante que es muy popular allí.
En 1897 fue destituido ante la ola de críticas que venían principalmente de la prensa de EEUU pensando que de esa manera se aplacaría a los norteamericanos para que no entrasen en la guerra cosa que finalmente no sucedió. Cuentan que era extremadamente duro y muy tacaño y que en una ocasión uno de sus hijos le pidió dinero alegando que lo necesitaba para comprarse un pijama. El general le respondió bruscamente que para qué diablos servía un pijama. Su hijo ,algo asustado, le dijo balbuceante que “para dormir” y Weyler le espetó que “para dormir lo único que necesitaba era sueño” por lo que no le dio el dinero. También cuenta que otro de sus hijos le pidió cuando estaba en Cuba por carta que le enviara 500 pesetas para atender a unos fuertes pagos. Entonces Weyler metió tan sólo 50 pesetas en el sobre y en la carta adjunta le dijo que le enviaba las 50 pesetas que le había pedido, pero que debía tomar nota de que 50 pesetas se escribía con un sólo cero y no con dos como él en su ignorancia había puesto.
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José Antonio Marina (filósofo):
Como filósofo y como ciudadano me asusta la facilidad con que nos acostumbramos a todo. El hábito produce falsas evidencias. La primera vez que vemos o escuchamos una cosa podemos sorprendernos o escandalizarnos, pero después de mil veces forma parte ya de nuestro paisaje vital. Deja de inquietarnos. Desaparece cualquier aspecto problemático. La tarea del filósofo debe ser «no acostumbrarse nunca», no dejar que los tópicos, las modas, las costumbres, los dogmas le impidan ser crítico. Pero es una actitud muy difícil, porque también él está sometido a los peligros de la habituación. Es grave resolver mal un problema, pero tal vez lo sea más dejar de percibir que es un problema. Eso es lo que me preocupa con la ley del aborto; la naturalidad con que empieza a aceptarse el hecho, que mis alumnos no vean ningún conflicto moral. En el «Agamenon», de Esquilo, el protagonista tiene que sacrificar a su hija Ifigenia para cumplir un augurio. El coro no critica el hecho, sino que Agamenon lo asumiera sin dramatismo. Para los griegos, la esencia de lo trágico era mostrar que no todas las situaciones humanas tienen buena solución, e impedir que se olvidara esa índole trágica de nuestra existencia. Algo parecido me sucede a mi con el aborto. No quiero acostumbrarme.