miércoles, 16 de mayo de 2012

Mix

EE.UU.: desde su fundación en 1776 ha estado en guerra con alguien durante 214 años y en paz completa sólo en 21 años.

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Cayetano Gutiérrez Pérez:

Cuando se habla de la subida del nivel del agua del mar, como consecuencia del cambio climático, muchas personas piensan que esto se debe solamente al agua procedente de la descongelación parcial de los casquetes polares, glaciares, y la nieve existente en la Tierra, pero esto no es totalmente cierto.

La mitad de la elevación del nivel del mar se debe a la expansión térmica de los océanos, y la otra mitad a la reducción de las capas de hielo del planeta. A pesar de todo, si se descongelase, por ejemplo, toda la Antártida el nivel del agua del mar subiría unos 75 m.

Por último, conviene resaltar que el hielo, que se encuentra sobre el mar (iceberg, etc.) no contribuye a la subida del agua del mar, como podríamos comprobar con el siguiente experimento: Si tenemos un vaso lleno de agua, hasta el borde, con unos cubitos de hielo flotando en el mismo, al descongelarse el hielo no se derramará ni una gota de agua, ya que el volumen de todo el hielo coincide con el volumen del agua líquida desplazada por éste.

Vemos pues, que la subida del agua del mar también se debe a la dilatación del agua de los mares y océanos, que como todos los cuerpos se dilata al aumentar su temperatura, incrementándose su volumen, en una cantidad suficientemente apreciable como para suponer subidas de centímetros o metros según sea el incremento de la temperatura.

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Impresionante viajero
http://www.jorgesanchez.es/

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Jorge Alcalde:

Resulta que los antropólogos han puesto la lupa en uno de los comportamientos más arraigados en nuestra humana condición: el deseo de saber cosas de los demás. Y nos cuentan que ya cuando éramos primitivos habitantes de la cavernas, el chisme funcionaba como catalizador social.

Nuestros ancestros tenían pocas oportunidades de contacto con congéneres extraños a su propio clan. La vida social del cromagnon se reducía al trato con los pocos individuos de su parentela y los esporádicos encuentros con seres de otras familias que invadiesen su terreno natural. Así las cosas, existía poca práctica en el establecimiento de alianzas, en la distinción a primera vista entre amigos y enemigos. Y, sin embargo, esa distinción podría ser vital para establecer pareja, saber con quién se podía compartir alimento o defenderse de la rapiña de enseres.

Fue así como los individuos mejor dotados para la empatía, es decir, aquellos cuyo cerebro desarrolló mejores herramientas para detectar el estado de ánimo del prójimo, gozaron de una mayor expectativa de supervivencia y distribuyeron mejor sus genes. De algún modo, nuestra mente es genéticamente heredera de los más cotillas de nuestros ancestros. Nosotros, como ellos, sentimos una atracción especial por las noticias de la vida cotidiana del vecino. Priorizamos las malas nuevas si se trata de vecinos que nos disgustan y disfrutamos más aún conociendo datos íntimos del devenir de seres especialmente prominentes. Hace 30.000 años, un ser prominente era un macho alfa, un competidor por la pareja o la comida, un individuo especialmente poderoso. Hoy, alguien especialmente expuesto a los medios de comunicación.

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Más de la mitad de los niños nacidos en el siglo XXI en los países desarrollados superará la barrera de los 100 años si la evolución de la esperanza de vida continúa aumentando en la misma proporción que hasta ahora.

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